martes, 3 de noviembre de 2009

"La túnica rosa" de Tamara Lempicka, 1927


Recuerdo cuando vi por primera vez la pintura “La Túnica Rosa” de Tamara.

Me perdí en la contemplación del cuadro…

Insinuante provocación al mirarla; sus ojos, esa mirada profunda que invita a contemplarla.

La delirante manera de descansar; tranquila y serena en espera de alguien que la acaricie, le sonría y la haga sentir única e irremplazable.

Actitud que invita pero que al mismo tiempo detiene, en un letargo de ansiedad que recuerda el momento antes del orgasmo, cuando los espasmos se repiten continuamente para ser cada vez más cortos y en un intento de prolongarlo, se detienen más la excitación es tal que ya no se puede pararlo de manera voluntaria.

Frenesí de locura y pasión que humedece el pensamiento y el alma al recorrer con la mirada esa túnica delicada y fina que guarda sólo lo justo. Sacrilegio sería quitárla en un tonto arrebato.

Inquietante túnica rosa que estas para desprenderte en un suspiro y en lo más hondo del mismo dejar que caigas al suelo cómo caería una pluma en el aire, suave y delicadamente.

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