Por Gabriela De Cicco
Abril de 2010
A Natalia Gaitán (mujer asesinada por ser lesbiana) y a las cumpas activistas
No hay lugar para el dolor
o bien se agarganta hacia adentro
donde en el plexo
las respiraciones
circulan y terminan
en grito de protesta, de lucha.
Aliento de madre que puja
y da vida a la hija que nunca debió morir
así: fusilada, presa del bestiario
que crea la ignorancia y la barbarie.
La bestia impune que gatilla y no se cansa
de matar al deseo que ronda
cuerpos, mentes, almas;
mata a quien sea, pero aquí es
por deseo a la otra.
Dos mujeres juntas crean caos, revoluciones.
Las balas no pueden contra ellas en el plano
de lo que crece desde esa sangre gravitada:
miles de voces, miles de gestos pidiendo justicia.
De una lesbiana muerta
salen otras que deciden decir
sí, yo también soy torta.
Yo también amo
a esa mujer que despierta
o se duerme en mis brazos.
Quiero, queremos, la libertad del amor,
dicen aquellas que salen del agujero fatal
abierto por la bala.
Queremos que ninguna más muera
por amar a esa otra que amamanta hijos,
que cuida enfermos, que da clase en las escuelas.
Amor de mujer a otra,
la muerte no podrá detenernos.
Las que están muertas, las fusiladas,
las violadas, las desaparecidas
se reproducen en nosotras, gritan,
salen a la calle, brillan.
No son mártires, son víctimas.
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