Cuando la voz se ahoga en tu garganta y en tu pecho la emoción explota; cuando sientes esa bocanada de aire de adentro hacia afuera que se atropella al reprimir un grito.
El aire te falta; detienes tu andar, te sientes mal, tratas de controlar tu respiración y tienes la necesidad imperiosa de vomitar ese sentimiento; quieres que salga, que no se quede en tu interior; sabes que puede hacerte mucho daño si te lo tragas pero no puedes soltarlo, lo contienes, lo tragas.
Respiras hondo en un intento por irlo pasando poco a poco, si no lo controlas puede suceder algo muy malo. Vuelves a respirar, quiere salirse el enojo, el coraje.
Intentas distraerte, pensar en otra cosa; el sólo hecho de estar allí te provoca contracciones en tu garaganta que te impiden respirar bien, volver a sentir esa emoción te carcome.
Es entonces que comprendes que....
Cuando lastimamos es porque nos han lastimado.
Cuando humillamos es porque nos han humillado.
Cuando frustramos es porque nos han frustrado.
En vez de reaccionar, en vez de gritar y sacar esa emoción que decidimos tragárla y contenernos decidimos hacer nada y sin saberlo contuvimos la vida.
Dejamos de estar vivas por unos instantes y la muerte se apodera de nosotras. Eso no es vida, es muerte en vida.
Dejamos de estar vivas por unos instantes y la muerte se apodera de nosotras. Eso no es vida, es muerte en vida.
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