…para saber que una chica se ha fijado en nosotras. Sí, sólo basta una mirada.
Mirar a una mujer y captar el destello que hay en sus ojos cuando le gustas y perderte en la contemplación de ellos es sencillamente maravilloso.
Mirarla, verla, hacer que tus ojos hablen por tu boca es jugar, gozar, atraer.
Envolverse juntas en el mágico ronroneo de la seducción. Ser cómplices de un mismo secreto: el juego del flirteo, que es más rico cuando hay personas alrededor y tratas de que no se den cuenta; miras discretamente y esquivas los otros contactos visuales sólo para encontrarte con los de ella, con sus hermosos ojos.
Estés donde estés, ya sea en un lugar de ambiente o en la calle siempre habrá miradas que te buscan, que te encuentran.
Miradas que se liberan de sus ataduras cuando se saben correspondidas; suelen venir solas o acompañadas de una sonrisa que te invitan a besarla aunque sabes que no lo harás. Y es cuando sientes que tu excitación se acelera y te inquietas a tal grado que sólo atinas a sonreír casi a carcajadas por la felicidad que da el sentir que ese mar de emociones es compartido y que ella al igual que tú se muere por acercarse y robarte.
El brillo de esos ojos que te atraen y se alejan lanzando una última mirada con la promesa de un tal vez…
Mirar a una mujer y captar el destello que hay en sus ojos cuando le gustas y perderte en la contemplación de ellos es sencillamente maravilloso.
Mirarla, verla, hacer que tus ojos hablen por tu boca es jugar, gozar, atraer.
Envolverse juntas en el mágico ronroneo de la seducción. Ser cómplices de un mismo secreto: el juego del flirteo, que es más rico cuando hay personas alrededor y tratas de que no se den cuenta; miras discretamente y esquivas los otros contactos visuales sólo para encontrarte con los de ella, con sus hermosos ojos.
Estés donde estés, ya sea en un lugar de ambiente o en la calle siempre habrá miradas que te buscan, que te encuentran.
Miradas que se liberan de sus ataduras cuando se saben correspondidas; suelen venir solas o acompañadas de una sonrisa que te invitan a besarla aunque sabes que no lo harás. Y es cuando sientes que tu excitación se acelera y te inquietas a tal grado que sólo atinas a sonreír casi a carcajadas por la felicidad que da el sentir que ese mar de emociones es compartido y que ella al igual que tú se muere por acercarse y robarte.
El brillo de esos ojos que te atraen y se alejan lanzando una última mirada con la promesa de un tal vez…
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